El campeonato de España de rallyes de tierra ha sido durante muchas temporadas el patito feo de la modalidad automovilística a nivel nacional. Con escasos inscritos y escasa repercusión mediática, parecía ser un campeonato condenado a la desaparición. Pero el buen hacer de quienes están involucrados en el CERT ha logrado que ahora sea un cisne con variedad de vehículos y con alguna competición muy interesante. En 2018, con los hermanos Vallejo y con Tuthill, volverá a cotizar al alza.
Los lucenses se han ganado, con el paso de los años, ser el centro del objetivo cada vez que proyectan algo. Ocurrió en las etapas casi embrionarias del primer Porsche, ocurrió posteriormente con el polémico cambio al modelo de 2010 (mención merecía también su paso por Nupel), con el apoyo de Pedro Fontés y de Citroën para traer un Citroën DS3 R5 y ha ocurrido con la decisión de pasarse a la tierra. Sólo que esta vez, al igual que con el vehículo de los dos chevrones, no van solos.
Hablar de los Vallejo es hablar de metamorfósis. Con dos campeonatos nacionales de asfalto a sus espaldas y muchos años en la mochila tienen la experiencia y los recursos suficientes como para sorprender cada poco tiempo. La noticia de su adhesión al CERT fue un bombazo. Y no por la importancia en sí, sino por la repercusión que tuvo. Webs y páginas de revistas les colocaban protagonismo pese a no saber gran cosa de qué programa iban a llevar a cabo.
Ahora, con la confirmación del apoyo de Tuthill (una marca británica que trabaja con Porsche), todo se vuelve más claro y más jugoso: un Porsche 997 R-GT, cuyo ADN nace en los circuitos de asfalto, para un campeonato de rallyes de tierra. Una contradicción que niega toda lógica si se pretende aspirar al título absoluto, cosa que, por otro lado, ya han comentado los propios Vallejo: el objetivo es divertirse.
La introducción de dicha máquina y de dicho equipo en dicho campeonato no será beneficiosa sólo para los primeros y los segundos, sino que también traerá beneficios para el tercero. La marca Vallejo Racing es, me atrevería a decir, la más mediática en cuestiones ralísticas de España. Y ser mediático, aunque acarree críticas, atrae también elogios y devociones.
Los hermanos de Meira llevarán tras de sí a muchos aficionados de asfalto hacia el terreno polvoriento y rocoso. Aficionados que, posiblemente, nunca antes hayan pisado el CERT. Aficionados que, como añadidura, consumirán hoteles, gastronomía y demás bienes de la región a la que viajen. Las redes sociales también estarán atentas a su quehacer dentro de los tramos, y seguramente las menciones al certamen en Twitter (la red del pájaro azul) se vean multiplicadas (más menciones significa mayor ratio de usuarios).
Por otro lado, y gracias a Tuthill, no sólo España se hará eco del periplo de los gallegos. Medios británicos, italianos, franceses o portugueses dedicarán alguna línea antes o temprano al proyecto de la misma forma que lo hicieron cuando el preparador se introdujo tímidamente en el campeonato de Europa. Una especie de efecto mariposa a nivel continental que hará que el CERT gane fama.
Números, números. También se verán beneficiados de ellos aquellos pilotos, generalmente noveles o casi, que quieran sacar adelante un programa ahí. La razón es sencilla: los números que generará lo mencionado en los últimos párrafos. Más seguidores y más repercusión mediática, dos caramelos muy dulces para cualquier empresa dispuesta a ayudar al equipo que le pida apoyo. En definitiva, y gracias a las críticas constructivas y destructivas, este curso 2018 podría suponer un punto de inflexión muy interesante en nuestro campeonato nacional de tierra. Una tierra que, al menos desde el boca a boca, será de Lobos.